La historia de la familia Rondón es un reflejo de las complejas decisiones que enfrentan muchos migrantes venezolanos y otras nacionalidades en EEUU.
Tras un arduo recorrido que los llevó a cruzar la selva del Darién, atravesar México y finalmente establecerse en Chicago, esta familia venezolana decidió regresar voluntariamente a su país de origen.
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Su viaje, lleno de sacrificios y riesgos, simboliza la determinación de quienes buscan un mejor futuro fuera de sus fronteras.
Precisaron a la cadena estadounidense Telemundo, que el miedo a las recientes políticas migratorias en EEUU fue el detonante de su decisión de retorno.
Aunque habían logrado establecerse, la incertidumbre sobre posibles deportaciones y el trato a migrantes les hizo reconsiderar su estadía.
Para José Alberto Rondón, el impacto de las imágenes y testimonios en redes sociales fue un factor clave.
“Viendo las historias de TikTok lloraba… indignado, indignado. ¿Cómo a mis paisanos? Gente que no se metía en problemas, los llevaban a ese CECOT”, expresó con preocupación.
Con lágrimas en los ojos y su hija en brazos, Rondón, de 37 años, relató la travesía de más de 4.0000 millas que emprendió durante 40 días junto a su familia.
A pie, desafiando el frío, cruzando ríos y viajando durante 18 horas colgado entre los vagones del temido tren «La Bestia», logró llegar a Estados Unidos. Sin embargo, tras tanto esfuerzo, decidió regresar por su cuenta a Venezuela.
«Le eché ganas, le eché ganas. Hasta que llegó Trump, y nos enchavó la vida a todos, porque te digo la verdad, yo trabajaba con un trauma por mis tatuajes, él nos discriminó a todos por los tatuajes y que por delincuentes, y no es así», remarcó Rondón.
Explicó, que duró tres años en EEUU. Señaló que desde que llegó a Texas se dedicó a trabajar con hierro y ahora en Venezuela ganará semanalmente, lo que hacía en un par de horas en Chicago antes de retornar. Pero dijo que prefiere eso antes que seguir viviendo aterrorizado.
«Ahorita que llegué si hay bastantes oportunidades. Pero lo malo es la economía. Aquí el sueldo está a un dólar y pico mensual, nadie sobrevive con eso (…) prefiero estar aquí pasando hambre que estar viviendo ese trauma allá», enfatizó.
«Yo preferí dejar de ganar lo que me estaba ganando pero tener mi tranquilidad mental aquí y la tranquilidad de mi mamá. Mi mamá ya está mayor me entiendes (…) como ella dice: ‘Aquí nunca nos va a faltar un plato de comida’. Ya estoy tranquilo en casita con la cabeza así, pero de hambre no me voy a morir», reiteró.