Por el Dr. Ricardo Soto-Rosa
Santiago el Jardinero manejaba la podadora de grama en la zona verde de las residencias Candoral. Aquel día, amaneció sin apetito, antes de salir apurado con sus herramientas de trabajo, tomó solo un guarapo de café. Una molestia en la boca del estómago, con el transcurrir de la mañana, se fue transformando en un sordo dolor. Él pensó que eran gases o algún mal movimiento.
Un poco de náuseas lo hizo rechazar la arepa ofrecida por la viuda del piso tres. Su asistente Ramón, vestía un viejo traje gris, sucio y curtido, una camisa blanca manchada, alpargatas y sombrero marrón, emparejaba las matas de cayena que servían de límite al parque de la residencia. Mientras aspiraba un puro barato, observó a Santiago suspender el trabajo para sentarse en uno de los bancos del parque con las manos sobre el vientre.
El dolor se había intensificado y se desplazó hacia el lado derecho del abdomen, buscando la parte baja. Con estos cambios, el jardinero, ahora estaba seguro que eran gases y decidió tomar un té de anís estrellado para ver si terminaban de salir.
En vista de persistir las molestias Santiago se tomó dos buscapinas conseguidas por Ramón en la conserjería de la torre principal. Al final los calmantes hicieron efecto. Recogieron los trastes y se marcharon. Una vez en la casa, se sintió quebrantado. Abrió la mesa de noche y encontró un antibiótico recetado meses atrás cuando le dio la erisipela, y se auto medicó.
Santiago durmió inquieto y en la mañana continuaba sin apetito, el dolor apareció con mayor intensidad. Náuseas, acompañándose de vómitos y fogaje. Ya en la noche fue a consultar en el hospital del seguro social. El residente de cirugía lo interrogó y al examinar el abdomen encontró mucho dolor con signos de irritación peritoneal caracterizados por resistencia al palpar en la zona baja y derecha del abdomen, así como el clásico signo de rebote positivo, es decir al soltar la presión sobre la pared abdominal, esta duele más que cuando hundimos la mano exploradora.
Los estudios de laboratorio reportaron proceso infeccioso activo con importante elevación de los glóbulos blancos y aparición de los llamados “cayados en la formula”, característicos de un cuadro agudo. También orina con bacterias moderadas, eritrocitos y glóbulos blancos sugestivos de infección urinaria.
Pronto llegó hasta su cama la revista con los especialistas, quienes al escuchar la presentación del joven residente muy preocupado practicaron distintas maniobras en el adolorido abdomen al que notaron deshidratado y con facies tóxicas. Decidieron no perder tiempo con más exámenes o preguntas y le explicaron que estaba en presencia de una peritonitis de posible origen apendicular por lo que debía ser operado de inmediato.
El apéndice Cecal es un órgano en forma de tubo o cilindro, sin salida. Se conecta por un orificio a la primera porción del intestino grueso, denominada el ciego. Su longitud promedio varía de 7 a 8 cm con un grosor aproximado de 5 mm. Su base se localiza en el Ciego y su punta puede tener gran diversidad de posiciones.
El apéndice es rico en tejido linfático por lo que se cree que participa en la defensa de nuestro organismo. La comunicación entre el apéndice y el ciego se puede obstruir por diferentes causas: los llamados fecalitos o heces calcificadas, acumulación de semillas de frutas como patilla o guayaba; obstrucción por parásitos, acodadura del órgano, bridas.
También inflamación de su tejido como respuesta a un cuadro viral intercurrente. Al obstruirse el orificio de comunicación, el apéndice comienza a inflamarse, se van acumulando secreciones mucosas, que no logran salir y las bacterias presentes en ella se multiplican haciéndose agresivas y virulentas, transformando el moco en pus.
Se ulcera la mucosa del Apéndice, progresando la inflamación, se entorpece su circulación sanguínea, con gangrena y perforación del órgano, originando la mortal peritonitis apendicular que de no tratarse puede llevar al shock séptico y la muerte.
La punta del apéndice puede estar en relación con diversidad de órganos, entre ellos la vejiga o el uréter, por lo que un cuadro apendicular puede generar sintomatología urinaria con examen de orina patológico, simulando una infección urinaria. Así mismo puede encontrarse hacia el hígado y la vesícula biliar teniendo manifestaciones sugestivas de patologías en estos órganos vecinos, confundiendo al profesional de la salud, lo que hace tremendamente difícil su diagnóstico.
Ante un dolor abdominal persistente, se debe acudir a un centro asistencial donde se determine la causa del mismo y le suministran el tratamiento adecuado. El peor error cometido en estos casos, es la automedicación con analgésicos o antibióticos, enmascarando los síntomas, llevando a un diagnóstico tardío con graves complicaciones.
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