Por María Laura García
Pareciera que la mayor parte de la vida actual, transcurre en las redes sociales y gracias a ellas, los seres humanos se dividen en dos grupos, en el primero todos son felices y tienen vidas perfectas más en el segundo, todos son odiadores o jueces de oficio ¿En cuál grupo te ubicas tú?
Existe un término: “felicidad contagiosa”, acuñado por investigadores de la Universidad de California, y que hace referencia a lo que sentimos cuando percibimos la alegría o el bienestar de otros en las redes sociales a través de una publicación, que nos lleva a sentirnos mal porque nosotros no podemos mostrar lo mismo o por el contrario nos anima a subir un contenido parecido para demostrar que nosotros también somos felices. Esto provoca que, a largo plazo, nuestro estado de ánimo se vea cada vez más determinado o influido por aquello que vemos en las redes sociales ¿Seguimos siendo una sociedad que se mueve como “borregos en rebaño”?
En el mundo de las redes sociales, todos están felices. Todos exhiben cuerpos perfectos, paseos en lugares paradisíacos, parejas enamoradas y vidas exitosas; a través de lo cual, buscan reconocimiento. Pero estas ansias se convierten fácilmente en una necesidad o adicción perjudicial para la salud mental.
El problema del hábito de exhibir este tipo de contenido es la idealización de la vida y que las mayorías sienten que su vida es poco amable, ordinaria y sin valor alguno. Muchos entran en estados ansiosos buscando esa felicidad perfecta o, peor aún, a la fingen en internet, porque el perfil de muchos se ha convertido en su “alter ego” virtual. Lo peor, los adolescentes son los más vulnerables a esta medición o presión constante.
La felicidad exagerada y el optimismo tóxico sumergen a muchos en estados de tristeza silenciosos porque sienten que tienen una vida desdichada, por lo cual esconden su verdadero sentir para no parecer todavía menos favorecidos o por no tener una vida tan buena como la de los demás. Por eso lo expertos hablan de la “tiranía de la felicidad”.
En un estudio de 2014 realizado en Facebook, unos investigadores crearon perfiles falsos haciéndose pasar por parejas felices. Se pidió a 100 participantes que juzgaran los perfiles, con base a sus post, comentarios y fotos, en los cuales las «selfis en pareja» jugaron un papel determinante. Se les fueron mostrando imágenes de perfiles de Facebook, algunos de personas con pareja y otros solteros y la gente que alardeaba en Facebook de sus relaciones eran los peor valorados. Aquellas parejas que más hincapié hacían en lo satisfactorias que eran sus relaciones eran las que transmitían mayor sensación de inseguridad sobre las mismas en otros. ¿Sera porque la gente no les gusta ver felices a otros? O ¿Por qué como ellos no lo son creen que otros mienten?
¿Cómo influyen las redes sociales a nuestra sensación de felicidad?
Ya se los he escrito en artículos anteriores, pero vuelvo a mencionarlo, cada vez dedicamos más tiempo a las redes sociales, ya que la mayoría dedica más de un par de horas conectados a éstas, por lo que han pasado de ser puro entretenimiento a convertirse en herramientas esenciales, suponiendo un gran problema para nuestra salud emocional.
La gente publica «lo que quieren que sepa de ellos y lo que socialmente está bien visto», siendo esto un problema, ya que estamos tomando a las redes sociales «como la principal fuente de información o de interacción social” y como un reflejo engañoso de lo que debería ser nuestra vida. Y la verdad, está bien que la gente muestre su mejor cara porque para eso fueron creados esos espacios; sin embargo, el problema surge cuando, para comenzar, nosotros tendemos a comparar lo que vemos en las redes con nuestra realidad, que sin duda es muy parecida a la de todos, aunque eso NO se vea o exhiba, pues solo se muestra lo bueno.
Otro problema de la interacción en las redes, es que han provocado la pérdida paulatina de nuestros vínculos personales por estar sumergidos en las pantallas o también la distorsión de la realidad cuando asumimos que somos los únicos desgraciados, y más cuando los likes o los comentarios no nos favorecen y se vuelca ese malestar a través de cometarios llenos de odio o crítica para los “afortunados influencers que nos roban las glorias”.
Una cosa es que los “influencers creen un contenido aspiracional basado en sus gustos como la moda, los viajes, la gastronomía y otra cosa muy diferente es, aparentar una vida que no es verdad. Esto es lo que genera la falsa felicidad y es lo que nosotros tenemos que saber notar como consumidores de contenido. Debemos procurar un consumo responsable y real de las redes sociales, más transmitirles a los adolescentes las herramientas psicológicas necesarias para entender y relativizar el mundo que se nos vende en éstas. Es fundamental que sepan manejar la sobre exposición de la vida personal y la sobre información que reciben diariamente, más las situaciones negativas que se gestan en estas comunidades y que surgen de compartir contenido.
No todo lo que vemos en redes sociales es real, quizás es solo un 1% de nuestra vida o lo que queremos que el vecino vea de nosotros, e incluso la presión por mostrar una vida perfecta puede derivar en ansiedad y depresión.
Papás, muy pendientes: “Los más jóvenes construyen gran parte de su vida y sus relaciones en las redes sociales. El 98,5% de los y las adolescentes está registrado en alguna red social, según un informe de UNICEF, y 4 de cada 10 están conectados para no sentirse solos, un dato que confirma la necesidad de encajar socialmente”.
Entonces a acompañar a sus hijos más de cerca.
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