Hace meses ocurrió uno de los movimientos políticos más cuestionados del año, la visita de un funcionario de Estados Unidos a Venezuela. Algunos presumían que se restablecerían las relaciones entre ambos países, pero nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que se trataba del Enviado Presidencial Especial para Asuntos de Rehenes de EEUU, Roger Carstens, quien negoció la liberación de ciudadanos de su país detenidos injustamente por la administración de Nicolás Maduro.
Roger Carsten llegó a Venezuela para negociar la liberación de seis estadounidenses detenidos en el país. José Pereira, uno de los seis ciudadanos que estaban arrestados y que pertenecía a Citgo, contó que el 1 de octubre les dijeron que serían liberados.
Aseguró que ese día comenzó el final de una pesadilla que inició cinco años atrás.
Además de asegurar la liberación de José Pereira, Jorge Toledo, Tomeu Vadell, Alirio Zambrano y José Luis Zambrano, la administración Biden también traería a otros dos estadounidenses que también fueron detenidos injustamente, según el Departamento de Estado de EEUU, Matthew Heath y Osman Khan.
En un viaje previo en marzo, Carstens logró la liberación de otro de los empleados de Citgo, Gustavo Cárdenas, así como al ciudadano con doble nacionalidad cubano-estadounidense Jorge Alberto Fernández.
Sin embargo, aún faltaba la liberación del grupo mayor. Para ello, el presidente Joe Biden firmó la conmutación de las sentencias de Efraín Antonio Campo Flores y Francisco Flores de Freitas. Ambos cumplían penas de 18 años de prisión desde 2018 por conspirar para importar cocaína a Estados Unidos.
“El jueves por la noche, tarde, cerca de la medianoche, solidificamos lo que terminaría siendo el acuerdo final”, dijo Carstens.
Para los trabajadores de Citgo era casi irreal que la administración de Maduro accediera a liberarlos.
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“Pasé por tres arrestos domiciliarios en los cinco años y quería asegurarme de que la definición de hogar fuera mi definición, porque para mí el hogar está en EEUU, en Houston”, dijo Toledo a CNN.
A los hombres se les aseguró que iban a ser liberados, los esposaron y los metieron en un vehículo blindado al aeropuerto. Fue allí donde vieron, por primera vez, a los otros dos detenidos, Heath y Khan. A los siete los subieron en una avioneta, recordó Toledo, y además de las esposas, les ataron los pies.
Después de un breve vuelo, el avión aterrizó en la isla caribeña de San Vicente y las Granadinas, dijeron a CNN Toledo y Pereira.
Pocos minutos después de que aterrizara el avión venezolano con los detenidos, aterrizó el primer avión del gobierno estadounidense con Carstens y los dos sobrinos de Cilia Flores a bordo.
“Salí, me encontré con mi interlocutor en el medio”, dijo Carstens. El enviado estadounidense llevó a su homólogo venezolano a bordo para revisar a Campo Flores y Flores de Freitas antes de que los llevaran a un avión estacionado en el otro extremo de la pista, con los siete estadounidenses a bordo, para hacer un recuento.
“Me subí al avión, y todos estaban gritando y vitoreando y todo el mundo estaba súper emocionado”, recordó Carstens. “Creo que dije algo como, ‘Hola, muchachos, el presidente de Estados Unidos y el secretario Blinken me han enviado para traerlos a casa. Los llevaremos de vuelta».
Poco después del conteo, los venezolanos cruzaron a su avión y los siete estadounidenses cruzaron al suyo.
“Era como en cualquier película donde sabes que ocurre el intercambio de prisioneros. Vi a los dos individuos caminando hacia el avión con la identificación venezolana y luego saltamos al avión estadounidense”, dijo Toledo. “No sabía si estaba viviendo una situación de la vida real o era parte de una película de Netflix”.
“Cada vez que alguien pasaba, le dábamos un gran abrazo, un gran beso”, dijo Carstens.
Una vez en el aire, los funcionarios del Departamento de Estado prestaron sus teléfonos a los hombres para que pudieran llamar a sus familias, a quienes Biden había informado de su liberación.
“Al principio era muy difícil hablar con mi esposa porque estaba llorando. No pudo articular una palabra”, dijo Toledo.
Cuando aterrizaron en Texas, muchos de sus familiares estaban allí esperándolos. El reencuentro fue “un momento mágico”, dijeron tanto Pereira como Toledo a CNN.
REINCORPORARSE A LA VIDA EN EEUU
Los liberados ingresaron a un programa del Departamento de Defensa conocido como PISA (Actividades de apoyo posteriores al aislamiento) destinado a aclimatarlos a la vida normal.
Después de casi cinco años en Venezuela, era un reto reincorporarlos a la vida cotidiana. Además del costo físico, mental y financiero de su detención, se han perdido innumerables momentos familiares.
“Básicamente conocí por primera vez, casi por primera vez, a mis dos nietas”, dijo Toledo a CNN, quien solía ser corredor de maratones y ahora está tratando de ponerse en forma para la media maratón de Houston en enero.
Por su parte, Pereira dijo que tiene “miedo de conducir” porque ha estado lejos del volante por tanto tiempo, pero está ansioso por hacer que el Día de Acción de Gracias, que una vez marcó el sombrío hito de su detención, sea una ocasión feliz nuevamente.
“Esto es algo que nunca quisiera que sucediera, ni siquiera a mi peor enemigo. Porque es muy complicado volver a un mundo que ha cambiado totalmente”, dijo Pereira. “Esto ha sido como una bomba en mi vida”.
MÁS REHENES EN VENEZUELA
Al menos cuatro ciudadanos estadounidenses permanecen en Venezuela detenidos: Luke Denman, Airan Berry, Jerrel Kenemore y Eyvin Hernandez. Todos quedaron designados recientemente como detenidos injustamente por el Departamento de Estado de Estados Unidos.
Carstens aseguró a CNN que «aunque tenemos trabajo que hacer, me siento optimista”.
“Él no se merece estar allí. Necesitamos llevarlo a casa”, dijo el padre de Hernández, Pedro Martínez, entre lágrimas a CNN, y agregó que su hijo sonaba “muy débil” en una llamada reciente.