Por María Laura García
¿Has oído hablar del suicidio? ¿Has sabido de alguien cercano que se ha quitado la vida? Lamentablemente yo sí… Aunque nadie quiere hablar sobre los hechos creo que nadie, hoy día, puede ver este tipo de muerte como una realidad ajena y mucho menos la depresión como principal causa.
Por eso, hoy Día Mundial para la Prevención del Suicidio, quiero compartirles un poquito lo que he aprendido sobre el tema de la mano de los especialistas que he entrevistado en mi carrera como periodista de la fuente salud.
Para comenzar, leí esto que me quedó retumbando en la cabeza de forma IMPORTANTE: “El suicidio es una conducta asumida, no una enfermedad, la patología es la depresión, y la principal medida preventiva es la opuesta a la que se aplica para las infecciones: desaislarse, reconectarse, contaminarse de los otros. Los lazos afectivos, la motivación y los cauces de comunicación son el principal antídoto para combatirlo”.
También se sugiere preguntar a aquellos que vemos con actitudes extrañas o tristes: “¿Has pensado en quitarte la vida?”. Los especialistas recomiendan hablar sobre el tema, no minimizar expresiones como “no sé qué hago aquí” o “no puedo más” “sería mejor que desapareciera” y estar muy atentos a señales de alarma como el aislamiento social, el descuido físico y otras conductas de riesgo.
Nada puede obviarse como, por ejemplo, el consumo de drogas o alcohol, incumplir con compromisos o responsabilidades de peso, la desconexión con el entorno, dejar de hacer lo que solía gustarle o apasionarle, alejarse o evitar ver amigos, tener huellas de lesiones en las manos o en el cuerpo como sí se hubiese peleado, aunque las señales que avisan de que una persona puede estar pensando en quitarse la vida no siempre son claras. Incluso, hay quienes inician la práctica de deportes extremos, regalan pertenencias importantes, dejan resueltas cuestiones legales, hacen un testamento o se despiden de amigos en medio de malos momentos.
Hablar de suicidio suele evadirse, pero “tenemos que hablar abiertamente de él”.
Estudios plantean que cuando alguien llama la atención sobre que está pasando un mal momento o esta triste, puede tener una depresión y es bueno preguntarle sobre si ha pensado en quitarse la vida. Generalmente NO lo hacemos porque existe la creencia de que esto puede precipitar la decisión, pero se ha demostrado todo lo contrario, que poner el tema sobre la mesa ayuda a visibilizar el problema, a que el afectado se abra y da el espacio para ser atendido.
Hay que ser aún más acuciosos con los jóvenes, porque son los que dan más señales de alarma que podemos detectar y tener mucho cuidado con los adultos con enfermedades duras, con dolor físico y emocional intensos, más con los que están solos. Expertos dicen que la falta de comunidad o compañía es un factor de riesgo.
Si ves a alguien triste “No le digas que la vida sigue o hagas juicios de valor, sino pregúntale qué está pasando” y ofrécele ayuda, dile: “¿Qué necesitas que yo haga?” e invítale a visitar un profesional de la salud juntos, con toda naturalidad.
Solución: ¿Mas conexión emocional que las patillas?
Aunque es asombrosa la cantidad de adolescentes que están intentando suicidarse porque les cuesta lidiar con el dolor o el sufrimiento, también es increíble la cantidad de ancianos que lo intentas con éxito.
Estudios en Chile y Argentina, sobre los principales motivos de suicidio, indican que la mayoría de las cartas dejadas por las víctimas son la desesperanza, falta de propósito en la vida, los sentimientos de insuficiencia y/o el agotamiento ante la vida, como las principales razones. Otras, causas son las relacionadas con la mala salud y el deterioro físico respectivo; después, los problemas matrimoniales y familiares. Por último, los económicos o la venganza.
Las victimas de suicidio que han dejado cartas alegan que en la vejez no tiene sentido existir o que les cuesta enfrentar la soledad porque muchos viven sin pareja u otra persona significativa y esto los llena de desesperanza, de una gran sensación de desconexión social o falta de vínculos sociales fuertes.
Por eso, es palpable la necesidad de ampliar para los adultos mayores y los jóvenes, servicios sociales destinados a reducir la soledad, especialmente en los mayores de 60 que padecen problemas de salud y discapacidad física. Por tanto, no pensemos que esto se arregla solo recetando psicofármacos, porque no hay pastillas contra la soledad y falta de amor, se requiere un cambio social y tenemos que prepararnos para la tercera edad con psicoeducación.
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