Los hermanos Erik y Lyle Menéndez, quienes asesinaron a sus padres hace más de 30 años, están en medio de las miradas tras el estreno de una serie de Netflix sobre el caso. Ahora muchos se preguntan qué ocurrió con la millonaria fortuna de la familia.
Ambos argumentaron durante el juicio que mataron a sus padres tras años de abusos físicos, emocionales y sexuales. No obstante, los fiscales alegaron que el móvil fue la codicia, buscando recibir la millonaria herencia familiar, valuada en 14,5 millones de dólares.
Las autoridades apuntaron que la fortuna familiar estaba repartida en tres activos. Destaca especialmente la mansión de Beverly Hills, en donde los hermanos Menéndez asesinaron a sus padres, con un valor de 4,8 millones de dólares.
La familia Menéndez también tenía una casa de 2,65 millones de dólares en Calabasas, California. Asimismo, tenía 6,58 millones de dólares repartidos en 330.000 acciones de la empresa Live Entertainment, en donde el padre, José Menéndez, era director ejecutivo.
¿QUÉ PASÓ CON EL PATRIMONIO?
Junto a las dos casas y las acciones, la familia también tenía joyas, muebles y un modesto departamento en Nueva Jersey. Toda la vida de lujos fue financiada por los ingresos que recibía José Menéndez de la industria del entretenimiento.
No obstante, la mayor parte del patrimonio se desmoronó tras los asesinatos. Registros judiciales desclasificados indican que los hermanos perdieron la mayor parte de la herencia en impuestos, honorarios legales y la pérdida de valor de los activos.
El crimen depreció el valor de la mansión de Beverly Hills, ahuyentando a posibles compradores. Finalmente, la vendieron en 1991 por 3,6 millones de dólares, 1,2 millones menos que su valor original.
TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: LAS ASTRONÓMICA CIFRA QUE PAGARON POR LA MANSIÓN DEL CRIMEN DE LOS HERMANOS MENÉNDEZ
Por otra parte, las acciones de la familia Menéndez se depreciaron tras los asesinatos. Su valor se desplomó y, aunque lograron venderlas, sufrieron unas pérdidas de más de 500.000 dólares.
Filtraciones indican que los hermanos pagaron 10,8 millones de dólares en impuestos sobre sucesiones. El resto del dinero se perdió en los abogados defensores y a las grandes deudas que acumuló la familia tras el crimen.