Muchos ya no conectan emocionalmente y se evidencia de diversas formas

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Por Caraota Digital 7 Min de Lectura
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Por María Laura García

¿Nos contagiamos de los jóvenes o es el agobio de la cotidianidad lo que nos hace vivir de prisa y desconectados? Lo cierto es que muchos son los que evitan o no quieren interactuar directamente como lo hacíamos antes de los servicios de mensajerías, tan sólo una década atrás, y la mayoría se limita a conversaciones superficiales en redes, correo, Telegram o vía Whatsaap, teniendo esto como consecuencia, según mi criterio (advierto), más perjuicios que beneficios en el relacionamiento humano de diversa índole: familiar, personal y laboral. La gente te lee y deja “en visto”, evita las llamadas o los encuentros y pare usted de contar. Otros, incluso, teniendo el teléfono en la mano viendo contenidos o comentándolos, pero evitando o ignorando la interacción con las personas que verdaderamente les rodea.

La mayoría, por lo retador que es para todos nuestro presente, vivas en el lugar que vivas, estamos desbordados material y mentalmente y, por tanto, éste colapso de no tener tiempo para nada o no saberlo gerenciar, nos lleva a adoptar mecanismos defensivos de desconexión  emocional que en lugar de resultarnos positivos nos expone a la soledad, a la falta de empatía, la carencia de afecto y hace más complejos todos los procesos y dinámicas de vida, pues entre otras cosas, se ignora o “mete bajo la alfombra” lo verdaderamente esencial (compartir, amar, hablar, etc.), ya que resumiendo, vivimos en “modo automático”.

Estamos tan desconectados y los más jóvenes se han convertido en los reyes de ello, que a muchos no le interesa generar lazos de confianza ni relaciones duraderas con otras personas. Las interacciones sociales y laborales son superficiales, pues de este modo se evita el compromiso de empatizar, al mismo tiempo que se evade hacer frente a las propias emociones de angustia o miedo.

De esta manera, se genera una vida de soledad interior en la cual se acude a relaciones poco profundas, o conexiones digitales o tecnológicas y se aparenta, sobre todo en las redes sociales, una vida plena y satisfactoria que esconde o suprime la emocionalidad sin atender que se oculta con total intencionalidad.

¿Será que la intimidad del trato de mi época se convirtió en un monstruo que muchos evitan a toda costa?

Las personas están juntas, pero no conectadas. Levantan un muro que los protege del riesgo, pero también los aísla de la posibilidad de obtener comprensión y cariño. Aunque en el entorno les ofrezcan amor y atención genuina, los jóvenes y los “milenials” en su gran mayoría, se sienten solos, dado que no registran internamente nada más allá de la superficialidad, pues ponen una gran distancia a nivel emocional en sus relaciones al no establecer vínculos afectivos para evitar sentirse vulnerables.

De hecho, para mí el trato con este tipo de personas puede llegar a ser muy frustrante y complicado, especialmente si se trata de una relación personal. Par no ser tan dura, digamos que muchas veces, esta inaccesibilidad emocional es inconsciente. No obstante, este tipo de personas gastan una gran cantidad de energía psicológica para evitar confrontar sus emociones y sólo lo puedan solucionar en terapia si la soledad emocional y no física los comienza a afectar. El problema es que al tener tan automatizados sus mecanismos de defensa pueden luchar hasta el final para no hacer consciente, lo que ellos consideran, su vulnerabilidad.

Actualmente, las mayorías prefieren conectar a través de un dispositivo electrónico, cualquiera que sea la forma, que en “vivo y en directo”. Yo pienso que es por comodidad, o por miedo al contacto y porque, ahora casi todos, deseamos o tenemos que “hacerlo rápido” y a veces, hasta por mala educación.

La verdad que pena que se esté perdiendo la esencia del relacionamiento humano. De hecho, la mayoría ya están sintiendo que están incompletos sin internet y las redes, pues el pensamiento es que todo pasa allí en las plataformas. Es más, aunque todos estemos conscientes que generan dependencia, lo entendemos como algo “normal”, a pesar que sabemos de sus ventajas y/o riesgos. De hecho, los nuevos medios de comunicación, producen una excitación y encantamiento pasajeros, similar a la naturaleza acelerada y apasionada de los adolescentes.

Para mí, la “brecha” generacional comunicativa, entre los jóvenes y adultos, se ha profundizado por el afianzamiento de las características de la subcultura juvenil, por un lado, y por la nueva “brecha electrónica”, creada por la informática, la computación y la Internet, pero incluso pienso que este tipo de comportamientos han sido adoptados lamentablemente por muchos adultos.

Me resulta también muy preocupante, la incertidumbre frente al “todo vale” del individualismo y de la competencia actual, porque esto aumentan el grado de desasosiego y el malestar que acompaña a las grandes mayorías abarcando transversalmente, además, todos los grupos etarios. Tristemente esto no es un mal exclusivo de las nuevas generaciones.

Los lazos sociales que en otros tiempos nos contenían se han afectado mucho con la modernidad. La familia es hoy mucho más inestable, los matrimonios duran menos, los padres “contienen” menos a sus hijos, están menos alertas ante las situaciones de riesgo o los cambios culturales que se han ido acumulando. La educación que podría justificarse a los ojos de los jóvenes como “una inversión para el futuro”, está viéndose como innecesaria y está hoy bastante alejada de los intereses e inquietudes de todos.

Así está el mundo y la verdad, repito, a mí no me gusta.

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